Recorro este territorio desértico donde la Historia
ha dado un vuelco rotundo y su población original, tanto los exiliados como los
que se han quedado, no son dueños de su destino como nación. La triste realidad del Sáhara
usurpado y su pueblo golpeado. El conflicto continua abierto, pero su resolución es cada día más incierta. Tierra batida por vientos violentos, recubre el
paisaje un manto de arena brillante que oculta su drama.
Ante al Ejército de Liberación Saharaui: último combate del ejército español
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Lápida conmemorativa de la batalla de Echdera |
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* Frente Popular para la Liberación de Sahia el-Hamra y el Río de Oro.
* Frente Popular para la Liberación de Sahia el-Hamra y el Río de Oro.
Pero volvamos al presente. En el viaje por estos territorios, hoy en día, los taxis
colectivos resultan económicos para el forastero. Voy a pasar cerca de Echdera,
pero me detendré en este lugar emblemático solo a la vuelta de Smara, que se
encuentra en la misma carretera, ya a mi regreso a El Aaiún.
El trayecto
Aaiún-Smara, de 217 km, me sale por 200 dirhams (unos 20€), por lo que me
permito contratar los dos puestos delanteros para mí, junto al conductor. De
esta manera logro evitar viajar embutido entre pasajeros y, además, me reservo
la plaza con mejores condiciones para fotografiar y disfrutar el recorrido. Nadie se molesta por ello, sino que más bien es celebrado porque nos permitirá completar antes los cupos y no demorar en ponernos en marcha. Se
trata de esos viejos Mercedes con 40 y hasta 50 años de antigüedad, que se ven
renqueantes por los caminos de toda África.
Este sector entre El Aaiún y Echdera
es, en su mayor parte, una ruta monótona, muy poco transitada. Solo te sacan del
sopor los frecuentes controles policiales, que suelen aparecer cuando uno empieza a
cerrar los ojos. El agente, sorprendido por la novedad de un pasaporte
extranjero, se demorará más de media hora en su caseta cada vez. Es el tiempo
que le lleva ir escribiendo con parsimonia, en un cuaderno, todos de los
datos. Una rutina que debería desesperar a los pasajeros locales,
porque las barreras de control son continuas. Pero todo el mundo guarda un
paciente silencio.
Resulta imposible pretender ir un poco más allá de
la ciudad de Smara. Apenas franqueada esta pequeña población, nos topamos con
el primero de los muros militares que construyeron los marroquíes tras la
invasión. Ahí se acaba toda excursión al Oriente de la Sahia el-Hamra, aunque
el territorio todavía se extienda varios centenares de kilómetros al Este, hasta Argelia y Mauritania. Es imposible seguir adelante, está rigurosamente prohíbido, al menos para mí. Solo cabe
recalar en Smara, pasear sus rincones y animadas plazoletas al atardecer, y
visitar los restos de los acuartelamientos coloniales. En la calle principal
localizo una módica pensión en la que descansar.

La zona resulta evocadora, más después de haber
estado repasando mis apuntes y mapas. Es un paraje desolado que despliega el
paisaje de los amplios horizontes del desierto. Solo algún que otro punto de verdor en esta inmensidad lunática. Un grupo de palmeras forma un pequeño oasis. La población es modesta y parece deshabitada. En cada ladera del valle, se alzan dos monumentos al suceso histórico: uno en memoria de
los caídos españoles (en la orilla opuesta) y el otro, por los combatientes del
Ejército de Liberación Saharaui. Ambos monolitos bien separados por el cauce de la Sahia. Y a un par de kilómetros, las ruinas del campamento de la Legión, que fue completamente desmantelado con la ocupación marroquí de 1975.
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Territorio de Sahiet el-Hamra |
Sahara Occidental y los muros de ocupación |
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El Aaiún, antiguo barrio español |