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1945 |
2016
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Parece que las víctimas y los carceleros acaban de marcharse hace un rato, llevándose una estela de olores y agonías. Pero dejando una impronta de dolor, que me atraviesa las entrañas a cada paso que doy y en cada estancia en la que me adentro.
Es triste y a la vez apasionante. Hay que venir hasta aquí a verlo y a sentirlo, a recorrer sus patios, su letal escalera, las calles de piedra gris y sus rincones sombríos. Es necesario. Sirve para reafirmar la convicción de que merece la pena luchar para que nunca nos abandone el sentido de humanidad y contribuir así a frenar los odios, la maldad, la brutalidad…