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Bitácora de apuntes, recuerdos y relatos breves sobre mil viajes por el mundo - A Junio de 2025 se muestran cronológicamente 281 notas, fotografías o artículos (desde 1966 hasta hoy). La vuelta al mundo en 281 entradas.
domingo, 23 de agosto de 2015
viernes, 21 de agosto de 2015
Disculpen, mis cuates, que no hable con la boca llena
Restaurante La Casa de la Marquesa, 13:30 pm
Tamales, tamazcales, botanas, trancas (oaxaqueñas, por favor), chukwa, escamoles, quesadillas, panucos de cazón o de cochinita pibíl, mixiotes, guacamole, hongos salteados con chapulines, y con nopales, chamorros, dobladitas, pollo con mole poblano, y con mole negro, molletes con cochinita...
y que Viva México !
martes, 12 de mayo de 2015
Desayuno con caviar
Soy un sibarita, debo confesarlo. ¿Dónde está aquel mochilero que dormía enfundado en un saco por tugurios, albergues y estaciones de tren?, ¿qué ha sido del aventurero que se arreglaba con restos de bocata o una triste lata de guisantes para almorzar y tirar pa'lante?. La vuelta al mundo con la billetera siempre menguada, estirando el último billete.
Aquí estoy, otra vez perdido en un país azotado por conflictos e inviernos infernales, pero desde luego no cambio desayunos como éste por todo el oro del mundo. Es lo que nos suele pasar a los paletos: al más mínimo asomo de lujo al alcance de nuestra mano, nos lanzamos compulsivamente al atracón. Sobre todo cuando se trata de las latas de caviar que vende la señora Ivanna, a precio de saldo, en el mercado Besaravsky, al final de la calle Khreshatik, arteria principal de la capital ukraniana.
viernes, 26 de septiembre de 2014
El chamán de la Mancha
Ciudad Real.
Uno hubiera esperado mayor exotismo en las formas, algo de colorido al menos, pero Héctor Coconá me abrió la puerta arropado en una simple blanca bata. De inmediato me ofreció asiento en la butaca principal de su consulta.
Es verdad que en mis correrías amazónicas, más de una vez tuve ocasión de acercarme a conocer chamanes que me enseñaran algo de los manejos curativos de la selva. Los había conocido en regiones remotas de Perú o Bolivia, más o menos acicalados con trajes y abalorios rituales. Los hubo ruidosos y bullangueros pero, en general, gente seria y aparentemente formal. Solo la curiosidad me movía en aquel entonces, sin ninguna necesidad curativa apremiante, por suerte. Pero años después ―ahora sí―, la enfermedad me empujaba a recorrer con ansiedad, todas y cada una de las pistas que llegaban a mis oídos sobre tratamientos diferentes y supuestamente eficaces si se los comparaba con los que ofrecía la medicina convencional. Por ello, en ese peregrinar sin fin, me encontraba ahora en este dispensario del piso cuarto de un moderno edificio de la periferia de Ciudad Real. Y ante mí, un personaje menudo, con acento ecuatoriano y profundos rasgos indígenas, pero completamente desprovisto de los atavíos que yo asociaba a mis experiencias chamánicas.
"Mejor así" ―pensé para mí, mientras intercambiábamos las primeras palabras. Eché un vistazo a los diversos diplomas enmarcados que ocupaban las paredes y me llamó la atención que, en su mayoría, no mencionaban nada relativo a especialidades tradicionales suramericanas sino que, en general, había referencias a la acupuntura y a otras disciplinas orientales. Precisamente en las antípodas planetarias de lo que yo había imaginado. Me fijé en uno de los títulos, que aludía a la especialización de Héctor en Moxibustion, tratamiento tradicional chino que emplea hojas desecadas y pulverizadas de la planta Artemisa vulgaris. Esta planta, conocida también como Crisantemo o hierba de San Juan, y que entre nosotros es tenida como maleza, se muele hasta convertirla en polvo y posteriormente se quema cerca de la piel.
Héctor me atendió con mucha amabilidad, pero no le hizo falta escuchar demasiado el relato de mi historia clínica. Desdeñó de un plumazo los informes médicos, las analíticas, los TACs, las resonancias, en fin… Me prestó atención los instantes justos que él considero necesarios para establecer sus conclusiones. En cuanto supo mi diagnóstico según aquellos informes que yo traía, no lo pensó dos veces:
―Yo en su lugar me iría a lo más profundo de las selvas del río Napo, en la región selvática del Ecuador, donde intentaría conectarle con los más sabios de aquella tierra mía, para que lo cuiden. —Lo dijo con rotundidad, dando al traste con toda su diplomatura oriental. No supo ofrecerme más detalles sobre cuánto tiempo y cómo se iba a desarrollar mi vida entre los indígenas de la Amazonía.
A continuación sacó del primer cajón de su escritorio una raíz del tamaño de un nabo mediano, algo más oscura y retorcida, que puso en el centro de la mesa como si fuera la mejor pieza de su tesoro.
―Uncaria tomentosa, también conocida como “uña de gato”―, dijo con un brillo en los ojos. Pero aquella raíz no me pareció guardar relación alguna con el carpobrotus edulis, planta familiar de hojas carnosas y alargadas que cultivo en mi jardín. Y sin embargo, según explicó Héctor, la uncaria tomentosa crece exclusivamente en tierras vírgenes de la floresta peruana, cuyos habitantes la utilizan recurrentemente para remedios curativos.
―Solo conservo este bulbo, pero llévatelo. Todos los días te tomas un litro después de cocerla en agua durante 30 minutos.
Volví a casa con la extraña raíz envuelta en un periódico. Dado que el chamán manchego no arrancó en mí el propósito de irme a vivir a la jungla, al menos cocería en la olla la planta peruana para tratar de sacar unas primeras conclusiones. Lo haría inicialmente a modo experimental, para notar mis sensaciones y dejarme llevar por la intuición. Es lo que hacía cada vez que me encontraba en una tesitura similar, frente a tantos remedios botánicos que me sugerían de aquí y de allá cada semana. Tal y como solía hacer ante plantas milagrosas o con prácticas que se me antojaban a cada cual más brujeril.
Todas las semanas alguien me llamaba o me enviaba por teléfono o por youtube alguna vaga luz en la que guardar esperanza. Había que probar, había que arriesgar y echar mano de las sabidurías y también de las ocurrencias del ser humano, fueran del lejano Oriente, de la selva, incluso de la gruta de Lourdes, o de quién sabe qué devoto convento, da igual si católico o budista. Lo hacía porque notaba claramente los malos presagios en las consultas de los diversos hospitales de mi ciudad, a los que acudía con regularidad. Desde el primer momento, lo percibí en el tono de voz de los médicos, falsamente animosos. En las miradas compasivas de algunas enfermeras, o en los murmullos escudriñantes de los radiólogos, cada vez que me sometían a un nuevo escáner. Estaba sentenciado a muerte, sin fecha ni hora precisos, y ello justificaba recorrer todos los vericuetos que me ofrecieran. Al menos, un aliento de vida. Necesitaba un horizonte por el que buscar, sortear todos los obstáculos, y no derrumbarme.
Así que, aquella tarde, introduje el tubérculo en la olla y lo herví pacientemente durante media hora. Al cabo de ese tiempo, el agua bullía haciendo exudar por los poros de la planta unos hilillos grisáceos que fueron tiñéndolo todo. Más tarde, para cuando había enfriado aquel brebaje, su superficie era una mucosidad densa que se podía cortar con el filo de la cuchara, como si fuera el más repugnante de los flanes.
lunes, 11 de agosto de 2014
domingo, 6 de julio de 2014
Safaris en moto por Kenya con Víctor Astray
(Tomado literalmente de su web www.bmwmotosafari.com)
Tras mas de 25 años organizando safaris en África y unido a una gran pasión por las motos, Victor Astray creó “BMW Moto Safari”.
viernes, 6 de junio de 2014
Tumba de Antonio Machado en el sur de Francia
martes, 6 de mayo de 2014
Vivir
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Mi buen amigo el Dr. Jaulín Plana |
Hospital MD Anderson. Madrid, España. 6 mayo, 2014.
Primavera de 2014: me operan de una nefrectomía radical aplicada con maestría por los cirujanos del hospital MD Anderson Cancer Center de Madrid. En un par de horas me extrajeron entero el aparato renal derecho. Yo ni me enteré. Solo recuerdo cuando me desplazaban en camilla por los pasillos, directo al quirófano, desnudo e indefenso bajo una simple sábana. Después lámparas potentes y cierto revuelo a mi alrededor, pero todo transcurrió muy deprisa. Mi angustia atosigante se acabó a los tres segundos de sentir la mascarilla de la anestesia. Lo último que alcancé a percibir fue la sonrisa del doctor Núñez, que lucía un gorro colorido y parecía asomarse para despedirme.
Después, pasadas unas horas que no existieron para mí, desperté rodeado de tranquilidad. Abrí los ojos, sin comprender muy bien qué pasaba todavía, y la mirada sonriente de mi mujer me devolvió a la vida. ¡Qué agradable sensación! La compañía de mi hermano, también junto a la cama, contribuía a transmitirme calma. Poco a poco fui tomando conciencia de la situación. Estaba recién salido de la UCI y todo había funcionado muy bien. Respiraba hondo y palpaba unas cicatrices que casi no notaba en el vientre. ¡Estaba vivo!
Ese día me quitaron el riñón derecho, donde en silencio, se había ido generando un tumor «del tamaño de una pelota de tenis». Me lo extirparon con acierto, pero desgraciadamente la enfermedad escapó por venas y arterias, y vino a instalarse muy adentro y muy diseminada en los pulmones. Ahí se quedaría para siempre, y me ha mantenido al borde de la muerte durante todo este tiempo.
Y ahí sigo, caminando a trompicones por ese filo tenebroso, pero logrando escatimarle minutos a una vida que va pasando vertiginosamente. Debo confesar que, pese a ello, pese al vértigo, me he sentido feliz todos y cada uno de estos días. Días que me regala el destino y que debo aprovechar con intensidad. Lo tuve claro desde ese primer momento en que abrí los ojos en el hospital y encontré miradas de ternura a mi alrededor. Y después, en todo este maravilloso tiempo de vida… La fantástica oportunidad de vivir un día más. Y otro más, tras otro.
No importa que llueva torrencialmente o brille el sol abrasador del verano. Todos son igualmente valiosos. Todos lo son para abrir bien los ojos al paisaje y respirar a fondo el aire puro. Los malos momentos de agravamiento de la enfermedad, esos en los que se sienten las alarmas del cuerpo, han sido obstáculos menores a superar en una tenaz carrera por desafiar al destino. Y así será hasta el final, llegue cuando tenga que llegar.
Gracias a mis médicos, a mi familia, a mis amigos.
domingo, 23 de febrero de 2014
Por las arenas del Sáhara Occidental
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Lápida conmemorativa de la batalla de Echdera |
* Frente Popular para la Liberación de Sahia el-Hamra y el Río de Oro.

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Territorio de Sahiet el-Hamra |
Sahara Occidental y los muros de ocupación |
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El Aaiún, antiguo barrio español |