viernes, 8 de junio de 2018

Donde siempre vive intensa la vida



Todo lo que amo está aquí
en este entorno apacible
al pie de los montes azules,
en este lugar sin espacio ni tiempo
donde vive intensa siempre
la vida



Villanueva de la Vera, Cáceres

miércoles, 6 de junio de 2018

Al otro lado del Estrecho

 

Tánger. Marruecos

 (Carta a un amigo que vive allí)

Pues he aquí que estaba yo pensando en esos mismos cielos diáfanos de Tánger, que tú estás contemplando ahora. Ese viento suave que mece el brazo de mar del Estrecho. La nebulosa del Yebel Tarik allá enfrente, y el Yebel Muza, acá al lado. ¿Qué tendrá que ver ese paisaje, siempre deseado, con este otro de la Vera que me calienta hoy con su compañía sosegada? La cercanía del mar a veces se hace necesaria. La añoranza del oleaje sobre la orilla, sobre todo cuando los veranos extremeños azotan con brisas calimosas que huelen a fuego, y el horizonte reverbera como un espejismo. Entonces me gusta lanzar mi mente a volar como una gaviota por los acantilados del cabo Espartel. Rocas que no son sino dimensión marina de la mole granítica de Gredos. Remontando el vuelo sin vértigo, como cuando acecha la muerte y uno está tranquilo. Pero también echo a sobrevolar, rasante sobre el océano oscuro, extendido entre esas cornisas aún más pétreas de Sierra Nevada y el Rif.

Remembranzas de Tánger, siempre asociadas a la alegría, a la emoción, y al arrojo del que está vivo y coleando. Invariablemente mi mejor puerta de África, con permiso de Melilla, esa isla. Tánger, principio y final. Siempre pasé por ahí, feliz de acometer nuevas sendas africanas. ¡Una vez más! Y cada vez, regresé henchido de experiencias valiosas. Como empezar de nuevo la vida. Disfrutando al máximo de una fantástica oportunidad de ser y de vivir.

El hotel El-Minzah, o últimamente el recuperado Villa de France. Me siento como en casa. La habitación de Henry Matisse, donde pasamos mi mujer y yo aquellos días entrañables. Quién volviera, quién cruzara el Estrecho nuevamente. Aire, luz, mar. Y las otras miradas, las diversas serenidades. Viejas y nuevas sensaciones, los aderezos que renuevan el alma. No podrías estar en lugar mejor. Si estuvieras en Escandinavia te abrumaría el frío de sus nubes y gentes. Si vagaras por el África profunda, te desmotivarían las miradas inaccesibles de los lugareños, y sus realidades lejanas. Si fueras para Oriente, no entenderías nada y te acabarías aficionando a escupir a cada paso, como hacen los chinos. Si te asentaras en América, tendrías el vértigo brutal al abismo de océanos que separa del Viejo mundo. Y, finalmente, si estuvieras errando por las calles de Madrid, el rumbo sería tan incierto como a trompicones el ritmo por el asfalto que se pegaría a los pasos que quisieras dar.

Tánger, callejas ajetreadas, las colinas luminosas de los barrios. La familiar esencia íbera de sus personajes. Aroma a hierbabuena, pescaíto, guisos cargados de cúrcuma y comino. El cuscús de Dar Kebdani o el arroz caldoso de Casa Valencia. Esta ciudad es un centro de gravedad planetario porque está cerca de todo, quizás encaramada al epicentro del mundo. Con la distancia suficiente como para renovar los horizontes y con la proximidad bastante como para no extrañar nada, porque no se añora lo que se tiene a mano.

En fin, que tengo ganas de ir a Tánger y tomarme un té con menta en el café de París, escuchando tus últimos descubrimientos en estos barrios ajetreados y coloridos. Quizás cuando los calores comiencen a dar tregua. Una vez más, cruzar el Estrecho. De nuevo paseando por su zoco chico, en busca de babuchas. Es uno de mis escasos anhelos a estas alturas de la vida. Confío en que tú, ya bien tangerinizado, me cuentes sorpresas y sensaciones de esa ciudad grata, que para mí es símbolo de estar vivo. Tánger siempre invita a dar un paso más, prolegómeno del rumbo futuro que está esperando. Esa bocanada de aire vital que siempre estoy buscando respirar.

martes, 10 de abril de 2018

A raia

 Portugal, nuestro amable vecino de al  lado.

Descripción de la última ruta por la Raya (a Raia, en portugués y gallego), el largo territorio fronterizo que funde España con Portugal y Portugal con España, desde Olivenza y Elvas hasta Almeida y Ciudad Rodrígo. Un itinerario pletórico de huellas de la Historia.

(Pendiente)

El Alentejo desde el castillo de Alburquerque (Badajoz)
Entrada a la fortaleza de Juromenha


Monsaraz (Alentejo)
Monsanto (Idanha-a-nova)     

jueves, 8 de marzo de 2018

Expedición al pico Lenin

Nuestro amigo José Félix Jaulín nos manda esta maravillosa fotografía de su expedición al pico Lenin (7.134 m)

El pico Lenin o pico Ibn Sina​ es una montaña localizada en la cordillera Trans-Alai, en el macizo de los Pamires, concretamente en los dominios fronterizos entre Tayikistán y Kirguistán, en la provincia de Alto Badajshán.​ Wikipedia

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Flotando sobre el Ampurdán

 
La semana pasada subí en globo y me elevé a los abismos del cielo durante una hora. Dentro de una cestilla de mimbre, a mil metros, solo se respira placidez. Te sientes flotante y frágil entre las nubes, y rodeado de un horizonte de paisajes que casi no tiene límite. Solo cada cierto tiempo, el motor de aquel armatoste ruge y un chorro de gas propano te calienta el cogote. Lo necesitamos para mantener el globo henchido y que no se desplome en el vacío.

Así, como describo este paseo en globo, me siento yo. Sumido en una placentera quietud flotante, contemplando en la distancia, suspendido en el cielo y mecido muy suavemente por los vientos. Solo ese chorro virulento sobresalta de vez en cuando. Pero el resto del tiempo estoy en un estado de ingravidez, sin ningún control de ruta y, también, sin ningún deseo de volver a bajar al suelo de lo cotidiano. Vivir al pairo, penduleando en el aire, ¿por cuánto tiempo?, ¿para cuánto dará esa bombona de gas que me mantiene soñando en vuelo?

El tiempo transcurrió fugazmente sobrevolando la plana del Ampurdán. Allí abajo, diminuto, se veía Pals. Hacia el norte, Verges. Y a lo lejos, las Illes Medes. ¡Qué fantástica sensación! ¡Qué belleza contemplar estos paisajes serenos desde el aire!

Una vez abajo y ya sobre la corteza áspera del planeta, salí de un salto de la cesta de mimbre y todo lo que vi alrededor me pareció teñido de monotonía, tan distinto a cómo lo contemplaba hacia segundos desde allí arriba. Un descampado árido entre barbechos, un riachuelo sucio que fluía por allí, un pagés cabreado que apareció de la nada haciendo aspavientos

Tardé en reaccionar. Pasó un largo rato en el que los tres operarios que nos esperaban estuvieron vaciando, doblando y recogiendo las grandes lonas del aerostático que pronto ya era una flácida vejiga aliviada. Y poco después, solo recuerdo que me llevaron a una tasca allí cercana, donde empezaron a poner sobre una mesa de madera toda una suerte de fuentes con butifarras picantes, longanizas, pilas de munyetas, tarros de alioli, huevos fritos desparramados sobre más munyetas relucientes… Y también vino. Primero fue un porrón de garnatxa empalagoso y del color del oro. Después, enseguida, un vino negro y recio que rascaba la garganta, y que a las once de la mañana, se te colaba por las venas hasta golpear el cerebro dulcificando el sobresalto del aterrizaje. A estas alturas todavía no se bien si me devolvió a la vida o la muerte, al infierno o al paraíso...

lunes, 17 de julio de 2017

Selva Lacandona

(peniente de cerrar redacción y edición)

Catedral de San Cristóbal


San Juan Chamula

Con Raúl Gallardo en la selva lacandona

Templo de Tonina