Siempre me provoca un grato desconcierto la Navidad en el trópico. El calor sofocante no concuerda con las vivencias marcadas por la impronta del frío y la nieve en el Viejo mundo. Sin embargo, prefiero el dulce sopor pegado a la piel y la brisa bonancible del Caribe.
Bitácora de apuntes, recuerdos y relatos breves sobre mil viajes por el mundo - A Junio de 2025 se muestran cronológicamente 281 notas, fotografías o artículos (desde 1966 hasta hoy). La vuelta al mundo en 281 entradas.
sábado, 25 de diciembre de 1999
Cuento verraco de Navidad
Siempre me provoca un grato desconcierto la Navidad en el trópico. El calor sofocante no concuerda con las vivencias marcadas por la impronta del frío y la nieve en el Viejo mundo. Sin embargo, prefiero el dulce sopor pegado a la piel y la brisa bonancible del Caribe.
miércoles, 18 de noviembre de 1998
Ojos del mal
Tierradentro, valle del alto río San Jorge, Córdoba.
De madrugada levantamos el campamento y abandonamos la localidad en dos vehículos. Las normas me obligaban a evacuar al equipo tras un hecho así, aunque lo hiciéramos con las primeras luces del día. A partir de ese momento, no pude quitarme de la cabeza la preocupación por aclarar aquella desgracia- ¿Por qué habían matado a César, él médico?, ¿el ataque iba también contra nosotros?, ¿significaba aquello la inmediata suspensión de las actividades y abandonar a casi 2.000 familias desplazadas?
Cinco días después, Hans, el delegado del CICR***, un holandés rollizo y pelirojo, se dejaría caer por Montería. Quedamos en compartir un lomito en “La Bonga”, a la orilla del río Sinú. Era buen lugar para confidencias.
―Una muerte más, en estos valles salvajes, Pablo ―dijo masticando a dos carrillos―. Una más, y tú sabes que vendrán muchas otras. La zona es muy difícil y cada vez baja más gente de las veredas. Sin embargo, no sabría decirte si puedes continuar trabajando y moviéndote libremente con tu equipo. No tengo la respuesta ―me confesó mientras pedía otra cerveza―. De todas maneras ―continuó― el martes voy a hacer una visita a la Comandancia, allí abajo. Vente conmigo y le preguntas directamente al mono Mancuso***.
―Sobre el trabajo de mi equipo apoyando a la población civil desplazada: conocían nuestros movimientos y actividades. Hasta ahora todo era correcto, pero debía advertirme (abandonando la sonrisa inicial), que no nos permitirían el más mínimo desliz. Que por nada del mundo erráramos en nuestro estricto mandato humanitario.
Y tal como vino, se marchó. El helicóptero levantó el vuelo como un tábano hacia las montañas del Nudo del Paramillo.
viernes, 15 de mayo de 1998
Misión en Colombia
![]() |
Mi equipo berraco |
Mi agradecimiento y mi abrazo a todos y cada uno de los miembros de aquel equpo entrañable, a lo largo de cinco años de gran intensidad.
jueves, 18 de diciembre de 1997
Siempre tus ojos
![]() |
Sus ojos grandes me seguían con la mirada, todavía los llevo clavados. También recuerdo su voz, era como un susurro, pero transmitía un tono leve de esperanza. Había momentos en los que era capaz de sonreír, entonces, su rostro cobraba una expresión más vital dando un nuevo brillo a sus ojos. Beni estaba condenado a una vida de miseria por la brutalidad de unos pocos y la indiferencia de la mayoría. Pienso a menudo en él, como un símbolo de tantos niños que están en la encrucijada entre la vida y la muerte.
Estuve dos meses visitando casi a diario aquel centro nutricional, situado en una aldea del interior del país que había sufrido el paso de la guerra. Después me marché de Liberia y ya no volví a saber de Beni. Pasado un largo tiempo, las enfermeras que solían atenderle no supieron darme más información. No sé si salió del centro sano y recuperado o fue incapaz de superar la tuberculosis y la desnutrición. Confío en que lograra sobrevivir, escapándose a la cruel estadística de la mortalidad infantil en los países en conflicto. Quién sabe si a lo mejor, sano y sonriente, se acuerda alguna vez de mí. Ojalá el destino haya querido darle una tregua.
Muchas veces me vuelven al corazón los ojos de Beni. Y su mirada me hace preguntas a las que, conociendo la respuesta, no encuentro manera de contestar.

Acabo de recorrer la geografía del hambre. Durante tres semanas he seguido al doctor Mike Golden, de la Universidad de Aberdeen, grabando imágenes para su proyecto de formación médica. Nuestra misión nos ha llevado a entrar en barriadas al sur y al norte de Mogadiscio. También hemos visitado la población de Gbarnga en Liberia y los campamentos de Gulú y Kitgum en Uganda; para acabar en los asentamientos de la periferia de Bujumbura en Burundi. En definitiva, hemos viajado siguiendo el mapa de las hambrunas en el mundo de hoy.
«Hambruna» es una palabra cruel. Define esas manifestaciones extremas que condenan al sufrimiento por inanición a pueblos que, en ocasiones, gozaban de prosperidad años o meses atrás. Son situaciones puntuales que provoca la guerra o una catástrofe natural. Las hambrunas golpean de manera atroz y diezman poblaciones y regiones enteras, en determinadas regiones del planeta.
Nunca he podido acostumbrarme y cuando piso uno de estos territorios infernales azotados por el hambre, siempre me acaba sucediendo lo mismo. Entre la multitud de niños famélicos, sumido en la marea sofocante de calor, descubro siempre a ese niño cuyos ojos asustados se clavan en mí. No sé por qué, pero su mirada se singulariza de manera especial entre decenas de expresiones de dolor. Entonces, un escalofrío me recorre el cuerpo: «esa mirada ya la he visto antes en otro sitio» me digo.
Al instante, recuerdo a Beni, el niño liberiano al que acompañé durante dos meses en la desolada aldea de Gbarnga. También a Liza, la pequeña que tuve en los brazos en la visita a los campos del sur de Burundi, meses atrás. O a Benzú, el niño del campamento de Mogasdicio…
Siempre son los mismos ojos, la misma mirada que penetra el alma como un cuchillo afilado y nunca me abandona. Ojos de tristeza infinita que miran agotados sin suplicar nada, pero interrogándome sobre el porqué de tanta injusticia truncando sus cortas vidas.