miércoles, 23 de octubre de 2019

Gambusias

Mosquito anopheles
 

Losar de la Vera, Cáceres. 23 de octubre de 2019

Fiebre altísima y un fortísimo dolor de cabeza, que se prologarían durante toda la noche. Así, postrado en un camastro durante cuatro o seis días, no lo recuerdo bien. Agonizando. Era la segunda malaria que sufría en mi vida.

La primera fue al norte de Camerún, junto a mi compañero Álvaro. Él se puso mucho peor. Optamos por sacarle de la choza donde yacía delirante y trasladarlo a un lugar para atenderle, dos días de marcha camino del sur. Cuidados, descanso, buena alimentación. En unos días volvimos a estar en condiciones, algo precarias, de seguir ruta hasta Guinea Ecuatorial. Un mes de sosiego y playa en Bata, y algunos fármacos de quinina, contribuyeron a superar el problema.

Al menos hasta once años después, en que recaí de nuevo durante una misión humanitaria en el contexto de la guerra de Liberia. Mi cabeza estallaba de nuevo, como si la corriente eléctrica recorriera cada recodo de mi cerebro. Por suerte, pese al caos exterior, aquí me pilló rodeado de aquel equipo de compañeros franceses, que se mostraron solícitos en atenderme. Idéntica receta: reposo absoluto, dormir y buenos alimentos. Una semana de postración y a la calle.

La malaria o paludismo, es una enfermedad causada por la picadura de la hembra del mosquito “anopheles”. Estos mosquitos siguen matado a cientos de miles de humanos en amplias regiones de Asia, África y Latinoamérica. En España no se erradicó hasta la década de los 60. Había focos importantes en Levante, Cataluña, Huelva y, sobre todo, Extremadura. Ha habido varios intentos de obtener vacunas a lo largo de la historia, pero ninguna ha logrado superar todavía el 40% de eficacia. Las condiciones climatológicas y la abundancia de agua de la Vera y del Valle del Tiétar, hicieron que el paludismo encontrara aquí un enclave idóneo para su proliferación. Tras cuatro décadas de lucha sin tregua, se dieron por erradicados los últimos mosquitos en Rosalejo (1961).

Recientemente ha abierto sus puertas en Losar de la Vera, un Centro de Interpretación del Paludismo. Se trata del último dispensario que funcionó hasta 1968 y que cerró sus puertas una vez llegó la certificación oficial de erradicación. Aquí se atendía a los cientos de temporeros que acudían a la región y se suministraban tratamientos de quinina. También fue uno de los primeros centros que introdujo el suministro de un pez, la gambusia, que se usaba como agente de control biológico. Fue una medida que nace desde Extremadura: los peces eran transportados en un botijo y esparcidos en las charcas, pozas y gargantas, que con voracidad comían las larvas del mosquito, consiguiéndose eficazmente su eliminación. Hoy, este antiguo dispensario en la zona rural ha sido rehabilitado y su visita es altamente recomendable para conocer mejor la enfermedad y su historia.

In memoriam: la malaria que mató a Álvaro.

La malaria mata a decenas de miles de seres al cabo del año, ya se ha dicho. Incluso se ceba en algunos blancos, bien comidos y en forma. Es el triste caso de mi entrañable compañero Álvaro Hernández a quién, sin haber cumplido ni los 40 años, el paludismo se lo llevó de este mundo (año 2001), dejándonos el dolor profundo de su ausencia. Resultó infectado en Kenia, pero una vez regresado a España, el hospital que le atendió no supo, garrafalmente, darle la debida atención. Nuestro compañero Víctor, que vive desde hace años en Nairobi, siempre sostuvo como terrible ironía: “en un hospital africano se hubiera salvado”.

Viajé con Álvaro por el mundo entero, y esas vivencias compartidas nos hicieron grandes amigos. Su recuerdo sigue estando tan presente que, a menudo, cuando recorro aquellos paisajes que descubrimos juntos, me pareciera sentirlo todavía a mi lado, mirándome desde su hamaca. Llenándome de sentidos positivos con su desenfado y su divertida socarronería. Buscando siempre la manera inteligente de vivir, sin las complicaciones banales con las que solemos enredarnos los humanos. Era mi hermanazo, un gran tipo. Hasta hoy lo sigo echando de menos.