¿Dejará de haber algún día gente que no tenga más
remedio que buscarse un hueco entre cartones para pasar la noche?
Acabamos de censar, una por una, a las personas sin hogar que habitan bajo el cielo gris de Madrid. El VIII censo del colectivo de los sin techo ha arrojado, por primera vez, un descenso de las personas que duermen en la calle. Se ha pasado de 764 en 2014 a 524, según el avance del último recuento que hicimos el pasado 15 de diciembre.
Este registro contempla únicamente a aquellas personas que pernoctaban en la calle en ese momento. Muchas otras quedan fuera de esta "fotografía puntual", por encontrase en otro lugar o, principalmente, por ocupar espacios cerrados o edificios. Las normas del Samur son tajantes: los voluntarios solo pueden ejercitar el recuento en la mera calle. Aunque ya nos encarguemos de dejar siempre un plano con la ubicación de asentamientos, almacenes, bodegas abandonadas… donde tenemos observado trasiego de gente que vive en la marginalidad.
Cada dos años voy a Madrid para unirme a un nutrido grupo de colaboradores, coordinados por el Samur Social. Nos lanzamos a la noche en un empeño por establecer contacto con el último habitante de la calle que exista en la capital. Es importante mirar con otros ojos la ciudad y a sus moradores más postergados; y conocer un problema real que está a las puertas de nuestra propia casa.
Vivo lejos de este laberinto urbano ocupado hasta en los rincones y los soportales. Hace años me fui a un pueblo donde la pobreza se manifiesta de otra manera. Así que procuro acercarme a Madrid para asomarme a su rostro y evitar pasar indiferente ante lo que, frecuentemente, oculta el ajetreo urbano.
Ya son tres ediciones peinando las calles. A través de estos recuentos, he acabado por tener un mapa mental de esta geografía inhumana por la que se distribuye la legión de personas que, al llegar la noche, busca algún recodo para arroparse entre cartones. E, instintivamente, en cada movimiento, voy recordando encuentros o acercándome a los núcleos o lugares donde sé que se concentran estos conciudadanos tan necesitados de calor.
Este año me han asignado un sector en pleno centro de la ciudad, a
diferencia de las ediciones anteriores, en las que me tocaba siempre cubrir el
barrio de Villaverde y sus oscuras calles industriales. Así que, con mis tres
colegas de grupo, hemos hecho un completo rastreo por avenidas y callejas que
me resultan un escenario casi familiar. Mi infancia la pasé muy cerca de estos
barrios que ahora hemos pateado, buscando al "habitante de la calle".
Los oídos y el corazón bien abiertos a las historias más duras.