lunes, 18 de febrero de 2008

¿Para dónde se fueron mis amigos de Villa Luz?

Tierralta, departamento de Córdoba






Conocí a un puñado de familias campesinas en los terribles años del azote paramilitar que asolaba el norte de Colombia. Habían huido de una masacre atroz en la que rodaron cabezas de hijos, hermanos y primos. Los que pudieron lograron salir corriendo, abandonar animales y hogares para salvar la vida. Y quedaron condenados a vivir bajo un chamizo.

Años después he vuelto a visitar esos mismos campos donde se refugiaron aquellas familias, al amparo de algunas organizaciones de ayuda, pero no he encontrado ninguna señal de los cultivos que con esfuerzo emprendieron. Ni siquiera quedan escombros de lo que en su día fueron las carpas bajo las que se guarecían de los aguaceros. Ni un rastro de sus habitantes.

¿Para dónde escapar de la larga sombra del miedo? Mis amigos de Villa Luz acabarían dispersos por los barrios marginales de las pequeñas ciudades más cercanas, como tantos desplazados: Otros llegarían hasta Montería, incluso a Cartagena o Barranquilla, en un busca de un futuro. Seguramente lo harían con grandes dificultades, pero con el firme propósito de asentarse lo más lejos posible del terror.