Jerusalén.
En este momento estamos frente a una amplia y soleada balconada que se asoma a una extensión de barrios del sector Este de Jerusalén, en la parte árabe de esta ciudad irreconciliablemente dividida. Me acompaña la doctora Shelina Musaji, con quien comparto misión.
El panorama es de aparente calma y hay un bullicio lejano, característico de ciudades densamente pobladas como esta. Desde un sinnúmero de minaretes erguidos sobre los tejados, suenan cánticos melodiosos de los muahyidín invocando incansables a la oración. “Alah Akbar!! —Alá es grande!—, Alah ilah Alah, Muhammad rasoul Alah!! —sólo Alá es Dios y Mahoma su profeta—”.
Hoy es viernes, el día festivo musulmán, que antecede al Sabath judío. Mañana, serán los hebreos los que frenarán su trajín de la semana para pararse a descansar. Territorios de hostilidad. Dos mundos opuestos, incapaces de encontrar la manera de convivir en paz.