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Lima, Perú
Iba yo de paseo vespertino dominical por el centro antiguo de Lima, que en aquel entonces era una una zona muy degradada, donde se acumulaba la basura por las aceras. Un tugurio que no recorrería, si no fuera porque a cada rincón van apareciendo insospechadas muestras de un pasado que tal vez fuera esplendoroso y, hoy, se va cayendo poco a poco, ladrillo a ladrillo. Estremece ver joyas como el frontón de la iglesia de San Francisco, desmoronándose al paso de cada autobús humeante. Y para llegar a la Plaza de Armas, hay que surcar una nube de vendedores ambulantes y atestados corrillos que se arremolinan entorno a toda ralea de cómicos y charlatanes. El barrio Chino, lo llaman, pero es más bien una guarida de ratas.
Bueno, pues iba yo por ahí, cuando me vino de frente un nutrido grupo de gentes en procesión. A la cabeza, una pancarta con el rezo: “Cristo te ama”. Y más abajo, sobre una señal de “prohibido” pintada en rojo, otra frase contundente: “¡Halloween no!”. Resulta que los evangélicos ponen el grito en el cielo cada vez que llega la época de la celebración del día de “Todos los Santos”, o “día de las brujitas”, como lo conocen ya los niños aquí. Y quiero decir que yo estoy de acuerdo con ellos. Sí, me declaro maldiciente, contrario, y detractor de la maldita celebración del dichoso Halloween. Mis razones no son las mismas que las de los religiosos, pero rechifla igual en mi cabeza la condenada festividad. Su manifestación es, cada vez más, un burdo e insulso modelo cultural-comercial importado con la ridícula parafernalia de calabacitas plásticas, gorros de bruja y telasdearaña enredantes. Con lo fantástica, solemne, entrañable y familiar que había sido siempre esa conmemoración en la mayoría de los pueblos y ciudades de Latinoamérica. Colorida, animada y creativa en los cementerios; respetuosa e intimista a la hora de la gran comilona familiar, pero también bullanguera y pantagruélica. E impregnado el recuerdo de dulce añoranza por los difuntos.
A lo largo de la calle, las señoras manifestantes me han endosado varias veces este panfleto en el que sea lee: “Halloween ¿un simple e inocente juego?”, “Símbolos diabólicos, los niños son sacrificados”. “Fiesta pagana y obviamente satánica”. “Expuestos a esos ritos, estos niños serán los futuros escépticos y ateos, que negarán a Dios”.
Y yo creo que tienen algo de razón.