lunes, 15 de enero de 2001

El día que Bernard-Henry vino a casa


El día que mi oficina de París me llamó para consultar si el afamado escritor y filósofo Bernard-Henry Levy podría alojarse en casa y compartir nuestro trabajo un par de semanas durante su inminente viaje periodístico a Colombia, sentí una mezcla de alegría y nerviosismo. Pese a la polémica que le suele acompañar, ser anfitrión de tan insigne personaje sería siempre una experiencia interesante, qué duda cabe. Pero, por otra parte, Levy venía a meterse en el conflicto, a hablar directamente con los protagonistas y conocer de primera mano la situación.

La región de Montería era en aquel entonces un territorio bajo control de las Autodefensas Unidas de Colombia, el principal grupo paramilitar. Yo vivía con bajo perfil y muchas cautelas, dirigiendo un equipo de una veintena de técnicos colombianos. Juntos, desarrollábamos un ambicioso programa de ayuda humanitaria para los varios miles de civiles afectados por la guerra, que se libraba en las montañas del sur del departamento de Córdoba.
 
Dedicatoria en el libro "El siglo de Sartre"
No contaré los detalles de cómo transcurrieron aquellos días. Bernard, desconocido en estos lugares, resultó un personaje entrañable y procuré aportar a su misión las mejores condiciones, las visitas más completas y los más útiles contactos. El filósofo profundizó en la realidad de las víctimas con las que trabajamos y también se interesó por el resto de protagonistas de la dura lucha que aquí se libra. Recorrió millas y sudó bajo el abrasador sol tropical, y lo hizo como periodista que viaja de incógnito.

Cuando, semanas, después cumplió el compromiso establecido de enviarme su reportaje antes de que viera la luz en la Prensa de todo el mundo, no tardé un minuto en localizar a Levy en París. ¡Aquello no podía publicarse así, era demasiado literal!. ¡Resultaba temerario!. Tuvimos una larga conversación y, al final, logramos un consenso. Hubo que eliminar detalles, sustituir nombres propios, omitir cuestiones y, en definitiva, proteger aspectos que nos hubieran traído complicaciones, a mi equipo y a mí, con el paso del tiempo. No se trataba de nada que tuviera que ver directamente con el trabajo que hacíamos con la comunidad, que creo que le causó muy buena impresión. Pero había un montón de cosas referidas al propio conflicto, que generarían confusión y que me pareció primordial aclarar. Había que despejar nítidamente nuestra labor de cualquier interpretación política. 
 
Debo decir que Bernard actuó noblemente, por fortuna para nuestra seguridad, y aceptó dar un sensato repaso a un trabajo que, sin duda, fue muy arduo de elaboración. Confieso que después me costó conciliar el sueño una buena temporada.
 
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Este es el reportaje que finalmente se publicó en una red de periódicos y revistas principales (Le Monde, Corriere della Sera, El Mundo, Diners...) de todo el mundo: