miércoles, 18 de noviembre de 1998

Ojos del mal

Tierradentro, valle del alto río San Jorge, Córdoba.

Sonaron dos tiros a media cuadra de donde yo estaba. Fueron dos detonaciones consecutivas. Después, un instante de silencio seguido de alaridos y lamentos. Las dos enfermeras y un grupo de madres que estaban en el Centro de Salud salieron despavoridas del edificio y vinieron corriendo hacia mí. No paraban de gritar:

―¡¡Han matado a César, han matado a César!!

Esa tarde las AUC* ejecutaron al médico municipal con el que nosotros tratábamos habitualmente, cuando llegábamos hasta aquel pueblo remoto de Tierradentro. César, tan joven y bonachón, ¿le habían matado? Dos disparos a bocajarro en el corazón. Su muerte fue fulminante.

Como las ratas abandonan un barco a la deriva, los últimos paramilitares fueron alejándose de la aldea con sigilo. En Tierradentro se hizo un silencio y cayó el día. Era demasiado tarde para evacuar a mi equipo del lugar, pese a la gravedad del suceso. No es recomendable adentrarse por las trochas del sur selvático de Córdoba durante la noche. Decidí que permaneceríamos concentrados en casa del cura, dando cuenta de lo que quedaba de nuestras provisiones. Guindamos las hamacas morroanas en el patio, a cubierto del aguacero que comenzaba a caer. Todos tensamos el nudo en torno al mástil central, formando una estrella colorida de humanos durmientes. O al menos, de humanos que intentaban dormir.

De madrugada levantamos el campamento y abandonamos la localidad en dos vehículos. Las normas me obligaban a evacuar al equipo tras un hecho así, aunque lo hiciéramos con las primeras luces del día. A partir de ese momento, no pude quitarme de la cabeza la preocupación por aclarar aquella desgracia- ¿Por qué habían matado a César, él médico?, ¿el ataque iba también contra nosotros?, ¿significaba aquello la inmediata suspensión de las actividades y abandonar a casi 2.000 familias desplazadas? 

El desplazamiento forzado de poblaciones civiles es un grave problema humanitario en Colombia. Según ACNUR**, la cifra de desplazados internos supera los 8 millones, la segunda más alta del mundo, después de Siria.

https://www.eltiempo.com/justicia/conflicto-y-narcotrafico/colombia-es-el-pais-con-mas-desplazados-internos-informe-acnur-378716

Cinco días después, Hans, el delegado del CICR***, un holandés rollizo y pelirojo, se dejaría caer por Montería. Quedamos en compartir un lomito en “La Bonga”, a la orilla del río Sinú. Era buen lugar para confidencias.

―Una muerte más, en estos valles salvajes, Pablo ―dijo masticando a dos carrillos―. Una más, y tú sabes que vendrán muchas otras. La zona es muy difícil y cada vez baja más gente de las veredas. Sin embargo, no sabría decirte si puedes continuar trabajando y moviéndote libremente con tu equipo. No tengo la respuesta ―me confesó mientras pedía otra cerveza―. De todas maneras
―continuó el martes voy a hacer una visita a la Comandancia, allí abajo. Vente conmigo y le preguntas directamente al mono Mancuso***.

En aquel entonces, algunos delegados de la Cruz Roja Internacional todavía aceptaban realizar acompañamientos de este tipo. De otro modo, resultaba temerario exponerse cara a cara con semejantes asesinos y encima pretender pedirles explicaciones.

Así pues, mantuve mi entrevista con Mancuso. Fue en los llanos de la finca de El Carmelo, camino de Tierralta, donde las Autodefensas tienen una de sus bases. El sol abrasaba como un horno. Al rato, vi sobrevolar un pequeño helicóptero que pilotaba el propio mono. A  los cinco minutos, lo tenía frente a mí. Era el máximo jefe militar entre las AUC que asolaban amplios territorios del país. Él mismo, en persona. Sonriente, impecablemente enfundado en traje de campaña con la pañoleta verde oliva al cuello. Dio un par de zancadas y me estrechó la mano con fuerza queriendo demostrar poderío. Intercambiamos una mirada durante unos instantes heladores. No he olvidado los ojos oscuros cargados de maldad. Me pareció una mirada envenenada. icia. Más o menos, este fue el guion del brevísimo diálogo que mantuvimos:

―La muerte de César: el médico andaba implicado en manejos turbios (no aclaró si de plata, de coca o de qué vainas). Le habían avisado varias veces.

―Sobre el trabajo de mi equipo apoyando a la población civil desplazada: conocían nuestros movimientos y actividades. Hasta ahora todo era correcto, pero debía advertirme (abandonando la sonrisa inicial), que no nos permitirían el más mínimo desliz. Que por nada del mundo erráramos en nuestro estricto mandato humanitario.

Y tal como vino, se marchó. El helicóptero levantó el vuelo como un tábano hacia las montañas del Nudo del Paramillo. 
 
A los pocos meses de este encuentro, Mancuso pasaría a ostentar el mando supremo de las AUC. Tras una sanguinaria trayectoria de violencia, bajo su mandato conquistaron todo el norte del país a sangre y fuego. La sangre de civiles inocentes y el fuego de las aldeas calcinadas por las que pasaron. El sur de Córdoba, los Montes de María, la Ciénaga Grande, el sur de Bolívar, la Sierra Nevada… Pocos años después de dirigir estas operaciones de destrucción, Mancuso acabaría extraditado en una prisión de los Estados Unidos. Pero esa es ya otra historia.


* AUC: Autodefensas Unidas de Colombia.
** ACNUR: Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
*** CICR: Comité Internacional de la Cruz Roja.
**** Mono Mancuso: Jefe paramilitar de las AUC.  En Colombia se acostumbra a llamar mono a las personas rubias.