lunes, 11 de febrero de 1991

O melhor Carnaval do mundo

Mes de febrero en São Salvador da Bahía de Todos os Santos: días de locura y desfogue colectivo. Miles de cuerpos morenos y sudorosos brincan desenfrenadamente a los sones de una veintena de tríos eléctricos —camiones-altavoz en los que un grupo musical va actuando sobre el techo—, recorriendo los lugares en multitud. Los mejores artistas y conjuntos bahianos suben y bajan incasablemente la ciudad, inundada de sonido y de ritmo.

Durante una semana frenética el Carnaval de Bahía es una gran fiesta salvaje, en la que la magia y la alegría del Brasil más africano discurren a raudales por barrios, calles y plazas. No hay plumas, ni carrozas, ni deslumbrantes vestidos. Tampoco disfraces espectaculares ni grupos organizados de bailarines. Sirve una simple camiseta y un pantalón corto para ir y venir danzando sin parar por las rúas atestadas, alternando sonidos, canciones, grupos musicales, a medida que nos desplazamos hacia otros lugares de la ciudad o aguardamos el paso de un nuevo camión musical.

Algunos grupos más cohesionados los constituyen los llamados blocos, pero marchan fundidos con el resto de la multitud y apenas diferenciados por sus sencillos uniformes. Incluso el más numeroso, los filhos do Gandhi —impecablemente vestidos de blanco y azul—, componen la nota de sosiego, simbolizando la paz que se disemina en medio de la vorágine multitudinaria, a veces violenta y que se aproxima al éxtasis colectivo a través de la música y el baile.  

           Transcurrida la semana de locura, se apagarán los ritmos del tambor y abandonaremos exhaustos las empinadas calles del barrio del Pelourinho. Habrá que dar cuenta de una buena feijoada como reparador festejo final. Y nos despediremos con tristeza para retomar los caminos que van surcando Brasil, pueblo a pueblo, avanzando hacia el sur en nuestro recorrido.