sábado, 26 de marzo de 1988

1.000 km de playa en buggy

Playa de Jericacoara


Recorrimos la costa nordeste de Brasil en su totalidad, una sucesión casi ininterrumpida de hermosas y extensas playas. Conduciendo a la velocidad de un buggy rojo con motor de Volkswagen-escarabajo, avanzamos sin alejarnos de la orilla. Solo la abandonábmos cuando las formaciones rocosas nos impedían continuar o irrupían ciudades como Fortaleza, Natal o Recife. 

El mar de Ceará... ¿cómo olvidar las dunas de la playa de Jericacoara, la más bellas del mundo, o las orillas salvajes de Río Grande do Norte, salpicadas de cocoteros? Esta ruta a lo largo del litoral nordestino es otra aventura formidable. Recuerdo las remotas aldeas de pescadores que despertaban de su letargo con la llegada de los viajeros. La sensación intensa de libertad al rodar por una costa sin fin en la que se suceden playas desiertas de decenas de kilómetros. Y el placer de orientar el rumbo con ese mar inmenso, sin límites y siempre tranquilo. Playas de arena blanca y fina, junto a cuya costa crecen los bosques de mata atlántica.