viernes, 29 de agosto de 1986

Maldita malaria

Foto: Álvaro Gil-Nagel

Mira bien esta foto. He olvidado la aldea del norte de Camerún donde fue tomada. Pero sí recuerdo la sensación de debilidad y cansancio que invadía mi cuerpo. Un cazo de agua fresca aliviaba un poco el calor y despejaba el polvo del camino que me cubría la cara. A la derecha sentado, Álvaro parece algo más entero, aunque, en realidad, sobre él pesaba, todavía más, la dura carga que acarreábamos, sin que aún no lo supiéramos. Al otro lado, Víctor observa anticipando cierta preocupación. Y de fondo, los lugareños miran con curiosidad, sorprendidos ante la irrupción de unos extravagantes forasteros en moto.

Días después la fiebre se convertiría en un tormento. Francamente, no sé cómo lo conseguimos. Creo que Álvaro viajó atrás, atado a la cintura de su tocayo. Y yo debí aguantar, conduciendo entre titubeos, hasta la localidad de Maroua. Me parece recordar que fue allí donde nos dieron albergue unos misioneros luteranos nórdicos. ¿Misioneros?, ¿luteranos?, ¿nórdicos?, todo me resulta confuso en la memoria.