Busco a unos novios que se casaron en la ciudad de Jaén, creo recordar que en la Semana Santa de 1979. Sí, ha llovido mucho desde entonces, pero nunca es tarde para un bondadoso gesto de reparación. Al fin y al cabo, estoy en deuda y el sentido de la gratitud es de los que no se puede perder. Aunque sea con 38 años de retraso.
Nos colamos en vuestra boda, en pleno fragor festivo y con las bandejas de comida humeando entre las filas de mesas. No sé si algo así se recuerda fácilmente o se olvida para siempre a lo largo de los derroteros de toda una vida de matrimonio. Fue una noche lluviosa en la que vagábamos los tres amigos por las calles de Jaén, en espera de pasar la noche guarecidos en la estación de Renfe y tratar de regresar a Madrid en autostop al día siguiente.
Teníamos hambre, bastante hambre. Y marchábamos agotados por el peso de las mochilas y tras haber caminado durante días por un fantástico sinfín de montañas de Andalucía. Tres jóvenes montaraces con el rumbo un poco torcido. Faltos de un corte de greñas, de una buena ducha, y de ropas más aparentes que aquellas tan sucias y sudadas.
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Gonzalo y el pueblo de Velefique, en la sierra de Alhamilla (Almería) |
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No negaré que percibimos el estupor a nuestro alrededor. Pero también recuerdo, muy nítidamente, una bandeja de albóndigas deliciosas que devoramos en segundos. Y me temo que mantuvimos el ritmo ante siguientes platos que fueron llegando. No sé si las viandas fueron muchas más porque, pasado el tiempo, se nos acabó acercando un camarero que nos preguntó discretamente si estábamos allí de la parte del novio o de la novia.
Lo cierto es que recuerdo que, antes de ser rodeados por los demás camareros, ya camino de la puerta de salida, todavía alcanzamos a pedirle al fotógrafo que nos retratara con la pareja de contrayentes que, sorprendidos en su mesa presidencial, junto a padres y padrinos, no supieron muy bien si sonreír o indignarse ante aquella inesperada irrupción de extravagantes invitados que nadie reconocía.
Por todo ello, en primer lugar deciros, pareja de novios, que deseo que vuestro matrimonio haya sido muy fructífero y feliz. Y en segundo lugar, que me gustaría mucho poder devolveros el favor e invitaros a comer en mí casa cualquier día, en cualquier ocasión. Albóndigas y lo que haga falta. De bien nacido es ser agradecido.